26 mar 2012

La trama de la violencia




La trama de la violencia
Por Miguel Angel Pichardo Reyes. 

Sigmund Freud afirmaba que la obra civilizatoria era producto de la represión, sin la cual los animales humanos hubiéramos cometido un genocidio. Sin embargo, la obra civilizatoria no nos salvo de dicho exterminio, aún más, ha sido en nombre de la civilización que hemos llevado a cabo no solo genocidios, sino también un ecocidio que en la actualidad nos coloca al límite de sustentabilidad ecológica.

La agresión es constitutiva al ser humano, tanto en sus procesos corticales superiores, como en los procesos primarios y primitivos. La agresión es una fuerza, una energía biopsicosocial que no tiene contenido moral, pues simplemente es y esta ahí. Sin embargo la agresión se convierte en violencia y destrucción, como también la agresión se puede volcar en solidaridad, creatividad y compasión. Pero he aquí un punto en conflicto con Freud, pues nos remite a la represión como una forma de acceder a los beneficios de la civilización, a condición de pagar el pequeño daño colateral del genocidio capitalista. El optimismo de Freud con respecto a la civilización no lo coloca del lado del proyecto racional de la ilustración, sino de una barbarie conservadora que justifica el status quo.

Discípulo de Freud, el psicoanalista y posterior disidente Wilhelm Reich, plantea desmontar el mecanismo de la agresión, la represión, la civilización y la violencia, pues ahí donde hay represión, el propone la liberación y la revolución. En este sentido Wilhelm Reich, asumiendo la proposición de la filosofía marxista, de que el conocimiento no es para comprender sino para transformar, propone un psicoanálisis dialéctico, materialista y hedonista. Mientras que en Freud el psicoanálisis se convierte en un garante inocuo de la represión, y por lo tanto de la civilización y su barbarie, en Reich su psicoanálisis hedonista propone la liberación de la energía estasiada en el organismo por obra de la represión, y propone orientar el organismo a experimentar el placer, asunción que no será perversa, sino que supondrá una ética y un proyecto político.

Pareciera que este conflicto entre Freud y Reich sigue vigente en las políticas dirigidas a atender el tema de la violencia. Por un lado están las políticas freudianas que buscar garantizar la represión, a condición de exacerbarla institucionalmente y de normalizarla culturalmente. Por el otro se encuentras las posiciones reichianas que consideran que la mejor forma de combatir la barbarie es sublimarla a través de medios creativos y placenteros. La postura reichiana apelaría al placer como la mejor forma de transformar la violencia, liberando y canalizando esa energía en un proyecto revolucionario. La liberación sexual, la equidad de género, los derechos humanos, los movimientos emancipatorios, el pensamiento crítico y creativo, la educación lúdica, etc., son medios y frentes de lucha de un hedonismo político y militante.

El placer sana, el placer libera, el placer expande. Pareciera que los enemigos del placer, con sus filosofías platónicas, idealistas, agustianianas, represivas y moralistas, son los mismos que promueven la represión que lleva al abuso sexual, la violación, la discriminación, el clasismo, el machismo, la opresión social y la exclusión cultural. Reivindicando una metafísica, una teología y una mística del abstencionismo sexual y la mano dura, son quienes siguen sosteniendo ideológicamente la actual barbarie.

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