11 nov 2010

Frente a la violencia ¿es posible la reconciliación?


Por Miguel Angel Pichardo Reyes

Desde esta perspectiva, la reconciliación que proponemos, no por distanciarse de las versiones ideologizadas, encubridoras y perpetuadotas de la impunidad y la violencia, no cuenta con dificultades y peligros, especialmente cuando hablamos de problemas como la violencia familiar, sexual y de género. Ante todo nuestro planteamiento pasa por configurar “políticas” de los cursos de acción en el trabajo comunitario, espacio intermedio desde donde la mediación ecomunitaria puede articular diferentes niveles y ámbitos. En este sentido es que hemos tomado ejemplos y perspectivas, que aunque no analicen el tipo de violencia de nuestro interés, nos proporcionan elementos para realizar un trabajo desde nuestros niveles de intervención y unidades de análisis.

Una primera aproximación de lo que podríamos entender por reconciliación comunitaria frente a la impunidad de género con poblaciones traumatizadas por la violencia familiar, sexual y de género, es la siguiente:

Se trata de un proceso comunitario, psicosocial y sociopedagógico que trabaja con los diferentes sistemas (micro, endo, exo y macro) para:

a)    Construir y reconstruir la memoria colectiva a partir del conocimiento de la verdad, identificando a las personas víctimas para reconocer su sufrimiento y recuperar su dignidad, asignar responsabilidades para lograr el reconocimiento de los abusos, y propiciar la significación y resignificación de los acontecimientos;
b)   Procurar justicia penal, anamnética y restitutiva a las personas víctimas de la violencia, investigando los hechos, deteniendo y enjuiciando a los perpetradores, sancionando moral y legalmente los hechos, así como el derecho a la restitución, compensación, rehabilitación y garantías de no-repetición;
c)    Posibilitar el perdón moral por parte de la persona víctima, mostrar arrepentimiento por parte del perpetrador, proporcionando medidas de reeducación y reintegración social al perpetrador, elaboración de una memoria traumática sanada de la ofensa y de un sano olvido sobre el dolor, construcción de un nuevo orden moral, reconstrucción de los lazos sociales a partir del fin de hostilidades, odio y resentimientos, así como de la construcción de relaciones basadas en la diversidad y el respeto a los derechos humanos; y
d)   Avances en la deconstrucción del contexto posibilitador heredado y reeditado de la violencia, construcción de un sistema-otro de desarrollo humano justo y equitativo sobre la base de la memoria histórica como garante de no repetición.

Creo importante subrayar el carácter ideal de esta aproximación, sin embargo es propia de un conocimiento histórico que refleja su complejidad y búsqueda de plenitud, aún y cuando en determinados contextos históricos sea imposible, inoperable o indeseable. Sin embargo preferimos equivocarnos en el intento, que asumir la posición complaciente de nuestra realidad de impunidad, odio y perpetuación de la violencia cotidiana.

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