20 abr 2011

Impunidad de género y criminalización perversa de las víctimas


Impunidad de género y criminalización perversa de las víctimas

Por Miguel Angel Pichardo Reyes

La impunidad de género es una categoría que empezamos a utilizar a mediados de la primera década del s. XXI, y responde a un concepto que permite analizar, comprender y explicar algunos fenómenos relacionados con la violencia familiar, sexual y de género, así como de los femenicidios perpetrados durante los últimos 20 años. La impunidad de género hace referencia a un conjunto de elementos que posibilitan la reproducción de acciones de violencia hacia las mujeres sin recibir castigo por ello. Esto atraviesa las relaciones sociales intergenéricas, los medios de comunicación, las instancias de procuración y administración de justicia, la legislación, la ideología y el propio sentido común.

Junto al concepto de género, del cual también se ha desarrollado el de “violencia de género”, este nuevo concepto de “impunidad de género” nos permite identificar varios factores psicosociales asociados a la violencia, pues apunta a la configuración de un círculo vicioso que supone a la impunidad de género como el eslabón que vincula el olvido con un nuevo ciclo de violencia: violencia-silencio-olvido-impunidad.

Esta lógica de rasgos perversos supone una violencia simbólica radical, pues no solo quita rostro y voz a las víctimas, sino que a través del olvido posibilita su borramiento simbólico de la escena social, esto es, la violencia no solo no sucedió, sino que la víctima en sí nunca existió. Estrategia perversa que ha sido llevada al extremo por el femenicidio, pero que en la violencia de baja intensidad se pone en escena en los escenarios cotidianos de la familia, la escuela y el trabajo. La violencia silenciada supone una víctima sin voz, la violencia olvidada supone agresores sin víctimas, ergo, no hay victimarios. Y también, la impunidad de la violencia encuentra su punto extremo en la perversión de la dialéctica víctima-victimario, en el momento en que el victimario criminaliza a su víctima, obteniéndose el resultado inverso: el victimario ahora es víctima, y la víctima ahora es criminal.