La familia sexualmente abusiva
Por
Miguel Angel Pichardo Reyes
Los
sistemas organizados por traumas se encuentran conformados por los miembros de
la familia, quienes han sido subjetivados por este sistema en tanto productor
de subjetividad, dejando la impronta del incesto, haciendo de la familia un espacio
potencialmente peligroso para los niños y las niñas. En todo caso, serán los
elementos masculinos de la familia en quienes se cristalice una caracteropatía
perversa del abuso sexual. En el caso de los miembros femeninos la
caracteropatía pasara por otras vías psíquicas, lo cual no excluye otras formas
de abuso, sadismo o negligencia.
Las
formas de abuso sexual infantil incestuoso que recobran mayor importancia por
las implicaciones en la estructuración psíquica del niño o la niña, se
encuentran en las figuras del hermano, el padrastro o el padre. Estas figuras
serán sumamente conflictivas para el o la sobreviviente, aún y cuando la
distancia del suceso suponga varias décadas. El lugar del padre, el padrastro y
el hermano, supone un orden que los coloca dentro de campo familiar como
quienes proveen seguridad económica, protección física y cuidados. Cuando el
fantasma incestuoso irrumpe, las representacione anteriores quedan fracturadas,
a veces en un suspenso disociativo que supondrá un conflicto irresoluble para
quienes han sobrevivido. La lucha entre el amor y el odio, la confianza y la
traición, el placer y la culpa, la excitación y la represión, se convertirán en
paradojas que necesitaran ser desmontadas y desactivadas en un proceso
psicoterapéutico profundo.
El
perfil de un abusador sexual incestuoso nos lleva al campo psicopatológico de
las caracteropatías perversas, ya sean seductoras o sádicas, sin duda este tipo
caracterológico es sumamente maligno en sus relaciones vinculares, pues el
abuso, el egoísmo, el control y el dominio, el maltrato y la agresión, la
mentira, el engaño, son rasgos que ponen en peligro a las personas que dependen
de ellos.
A
la mayoría de los abusadores sexuales incestuosos los podremos ubicar dentro de
las organizaciones límites, adquiriendo por lo menos un polo de gravedad que
variara entre los extrovertidos más psicopáticos y antisociales, y los
introvertidos más esquizoides y paranoides, pero sin lugar a dudas nos
encontraremos con una perversión del carácter.
La
transgresión de la ley prohibitiva del incesto lleva a estos elementos de la
familia a la trasgresión de los límites materiales de la subjetividad, esto es,
a la corporalidad sexuada, convertida libidinalmente en objeto de satisfacción
del fantasma perverso llevado a la realidad. Dicha transgresión supone el
acceso al goce prohibitivo, acceso que supondrá la anulación del otro en tanto
sujeto o persona. El niño o la niña son objetos de satisfacción, sometidos a la
ley privada de la perversión, amenazados por un discurso sádico que lleva al
maltrato y la tortura psicológica. Lógica perversa devastadora para la
vulnerable subjetividad del niño o la niña: hija(o), hijastra(o), hermana(o).
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