Vulnerabilidad pretraumática en el abuso sexual
Por
Miguel Angel Pichardo Reyes
En
el caso de los abusos sexuales infantiles al interior de la familia, hablamos
de vulnerabilidad, no como un dato dado, o como una característica propia del
niño o la niña. Más bien hablamos de un proceso de vulnerabilidad, esto es, el
niño o niña es vulnerabilizado por la familia. Dicho proceso, por supuesto, es
inconsciente, sin embargo toma aspectos perversos en el caso de agresores
sexuales que buscan esta vulnerabilización, en el entendido de que esto supone
un espacio propicio para el abuso sexual, pero también lo protege del castigo,
configurándose así un espacio de impunidad.
Claro
que no en todos los casos se lleva a cabo esta vulnerabilización perversa, pues
en otras circunstancias se presenta esta vulnerabilización por factores a veces
ajenos a la propia familia, como lo pueden ser las condiciones de pobreza
material, o las condiciones de hacinamiento, o la ausencia de uno de los
padres, etc. Estas situaciones, aunque supongan una situación contextual de
facilitación del abuso, en ninguna manera son responsabilidad directa de los
miembros de la familia, pues es tentador confundir maltrato con pobreza.
Las
políticas sociales orientadas a reducir la brecha entre ricos y pobres, así
como a asistir a familias en extrema pobreza, son acciones que redundarán en el
mejoramiento de los vínculos familiares, reduciendo también la vulnerabilidad
de los niños y las niñas. Pero aún así, podemos encontrarnos un gran sector de
familias que no se encuentran en pobreza material, y aún así se presenta el abuso
sexual. Aquí nos encontramos con una situación que llamamos pobreza vincular,
la cual se caracteriza por el aumento de riesgos psicosociales en la familia,
junto con estilos vinculares despreciativos, ambivalentes y preocupados, todo
lo cual vulnera a la familia y facilita el abuso sexual.
Estas
dinámicas de vulnerabilidad y de extrema vulnerabilidad son criterios que hay
que observar, identificar y prevenir en el campo del abuso sexual y el maltrato
infantil. Sabes que dichos procesos son potencialmente productores de víctimas
y victimarios, lógica que muchas veces puede resultar difícil para la familia
identificar, y aún más, salir de ella. Esta lógica no solo funciona en el
sistema familiar, sino que ésta se ha introyectado en el campo psíquico del sujeto,
funcionando en un rol pasivo-victimar, o en un rol activo-abusador.
En
esta lógica es común observar a sobrevivientes adultos de abusos sexuales
infantiles, que aún en su edad adulta, en su relación de pareja y en su
dinámica familiar, despliegan inconscientemente la lógica de este fantasma,
alternándola de forma contradictoria y paradójica.
La
vulnerabilidad pretraumática es ya una forma de herida y de subtrauma, que como
hemos dicho, predispone y facilita el abuso sexual, pero también otros tipos de
traumas, ampliándose la espiral traumática a lo largo del tiempo. De aquí que
la vulnerabilidad pretraumática no solo sea un tiempo “antes de”, sino un
estado continuo a lo largo del tiempo. Conforme a la vulnerabilidad se le
añadan traumas, más se ahonda la vulnerabilidad, fijando conflictos psíquicos
que desembocan en descompensaciones mórbidas del carácter y en la afectación de
cuadros clínicos.
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