Dar un lugar para la palabra, pues aquellas voces silenciadas por los estruendos de la
guerra y la violencia, hoy renacen en nuestra garganta.
Dar un lugar a la esperanza, dejando que esta recorra como una oleada de sensaciones toda nuestra piel, aquella piel desgajada por la
impunidad y el miedo. Demos un lugar a la palabra, ahí donde el corazón bombea una
sonrisa que aspira justicia.
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